Es evidente en la Sábana de Turín que las manchas de sangre y la imagen del Hombre que las porta se produjeron en dos momentos distintos.
Las manchas de sangre atraviesan todo el espesor del tejido y se ven igualmente en el reverso de la Sábana, por lo que sólo el contacto directo con el cuerpo ha podido producirlas, la Sábana pues ha envuelto el cuerpo del Hombre.
La imagen del Hombre sin embargo es ortogonal, no presenta las deformaciones propias, enormes deformaciones, que se hubieran producido si se hubieran generado por el contacto directo.
La Sábana pues ha estado en dos posiciones distintas en momentos diferente, la una envolviendo el cuerpo y la otra aplanada o estirada en paralelismo al cuerpo.
Debemos al doctor Gilbert R. Lavoie una simple y sencilla demostración de esa "absurda" realidad.
El primer contacto de Lavoie con la Sábana Santa se produce en 1961, cuando siendo un joven estudiante en Boston adquiere en una Librería de libros "viejos" el escrito en 1930 por el cirujano francés Pierre Barbet, "Un doctor en el calvario. La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo vista por un cirujano", un auténtico clásico de la sindonología.
El libro le causa un gran impacto, pero otras cosas importantes deberán ocupar su intelecto como estudiar Medicina en el Medical College of Virginia y el Johns Hopkins School of Hygiene and Public Health.
No será hasta bastantes años después, 1978, y motivado por la lectura de un artículo periodístico sobre la Sábana Santa cuya Ostensión iba a celebrarse, cuando vuelva a encenderse en Lavoie aquel interés de juventud casi olvidado que le produjera el libro del cirujano Pierre Barbet.
Gilbert R.Lavoie y su esposa Bonnie acuden a Turín para ver la Sábana y asisten al Congreso Internacional que se celebra sobre la misma.
Su interés rápidamente se decanta por las manchas o marcas de sangre que aparecen en el lienzo y por los ritos y costumbres funerarias judías, tema este último de enorme interés como en su momento veremos (a.m.).
Como evidencio en las imágenes que muestro realizadas por Lavoie, las manchas de sangre que aparecen sobre el cabello del Hombre de la Sábana estaban realmente situadas en sus sienes y en sus mejillas, no en su cabello.
La sencilla demostración está al alcance de cualquiera en su realización.
Sobre una imagen tamaño natural del rostro del Hombre se calcan en una tela las manchas de sangre y se recorta su interior. Se marcan los ojos y nariz para servir de referencia.
Se coloca la tela, con las manchas de sangre recortadas, envolviendo la cabeza de un voluntario barbado y con abundante cabello si es posible, sirviéndonos de referencia para colocarla las marcas de los ojos y nariz.
Se pintan o tiñen las marcas recortadas, se quita la tela y se observa en qué partes del rostro han quedado situadas las manchas que hemos producido.
Algo extraordinario sucedió en aquella sepultura nueva que cedió José de Arimatea para que recibiera el cuerpo de Nuestro Señor, algo extraordinario que hizo que la Sábana que envolvía su cuerpo modificara la posición "como si" se desplegara y aplanara, algo ininteligible a la luz de la Ciencia pero obvio a la luz de la Fe......su Resurrección.
Y ha dejado sus huellas.