Con respecto a las marcas o manchas de sangre, observamos en los argumentos de Miguel Lorente:
1.- Una falta absoluta de coherencia en su interpretación de los datos conocidos.
2.- Elude el estudio de la sangre procedente de la herida del costado derecho, clave en el diagnóstico de "sangre pos-mortal".
3.- Miente de manera descarada cuando alude a la interpretación que hacen los expertos de esa herida "post-mortem" del costado derecho, la lanzada, pretendiendo hacer creer a los lectores que los expertos consideran a esa herida como recibida en vida.
Comienzo por el tercer punto porque es grave y clarifica la manera de argumentar de Miguel Lorente.
Participó en la última Conferencia Internacional sobre la Sábana de Turín celebrado en Columbus, Ohio, del 14 al 17 de agosto de 2008, en la que presentó su hipótesis del desmayo bajo el título “A Global Forensic Analysis of the Elements of the Shroud of Turin: Compatibility Between the Evidences of Vitality and Absence of Signs of Death on the Cloth”.
Al final de la Conferencia Internacional se elaboró un trabajo resumen respecto al tema que nos ocupa por Faccini, Carreira, Fanti, Palacios Carvajal y DelfínVillalaín* bajo el título:
"The Death of the Shroud Man: An Improved Review" ( La muerte del Hombre de la Sábana: una revisión mejorada), del que doy el link para que los lectores puedan verificar su contenido
http://ohioshroudconference.com/papers/p07.pdf
Este trabajo concluye con un Apéndice dedicado a la hipótesis de Miguel Lorente con la refutación de sus propuestas.
No obstante refutadas y para confusión de sus lectores, sobre este trabajo, "The Death of the Shroud Man: An Improved Review", escribe Manuel Lorente:
"Según el referido trabajo, las diferentes lesiones sufridas durante la pasión y crucifixión ocasionaron una serie de alteraciones fisiopatológicas que condujeron a la muerte, entre ellas destacan las ocasionadas por la lanzada en el hemitórax derecho, que originó un hemotórax derecho que agravó el cuadro de shock y condujo a la muerte". La mano del predicador, 2010, Santillana Ediciones Generales S.L, p.68
Lo que es absolutamente falso pues en todo momento mantiene el referido trabajo que la herida del costado se produjo cuando Jesús ya estaba muerto.
Veamos y con ello comento al tiempo el segundo punto, en el que Miguel Lorente elude el estudio de la sangre procedente de esa herida y producto de la lanzada.
La herida, que está situada en el quinto espacio intercostal derecho, tiene forma de óvalo alargado de unos 4´4 centímetros de largo y 1´5 centímetros de ancho, sus bordes o labios están abiertos como si el agente causante hubiera penetrado en profundidad** y no presentan signos de retracción vital como acontece en el vivo.
Esta herida ha producido una mancha de sangre y suero de 6 centímetros de ancho y 15 centímetros de largo por la cara frontal y se prolonga por el dorso o espalda en unos largos regueros horizontales que indican que el cuerpo estaba en posición horizontal cuando se produjo su derrame bien al transportarlo hacia el sepulcro o bien cuando se limpiaba y preparaba su cuerpo según los ritos funerarios.
[El cuerpo era lavado, en presencia de sangre sólo podía lavarse la derramada en vida en tanto que la derramada tras la muerte no podía lavarse; en el caso en que fuera dudosa de si la sangre era vital o era post-mortem, podía limpiarse en el volumen total de una pequeña y determinada medida].
En el individuo vivo no puede producirse esa separación distinguible, brotando de la herida, de sangre y "agua", suero realmente, que relata el evangelista; sólo en el individuo muerto podría producirse esa separación visualmente distinguible del suero desde la sangre acumulada y por sedimentación de la misma, si bien podría existir un añadido seroso procedente de su acúmulo en la pleura, en el pericardio e inclusive de ambos.
En la cara frontal o ventral de la imagen del Hombre de la Sábana se observa el volcado o derrame de sangre roja (coágulos con incluso anillos de retracción de la fibrina) y las manchas amarillas del suero, ambos son volcado residual del producido en la cruz tras la lanzada y acumulado en la cavidad del tórax por debajo de la altura de la herida.
Sólo tras un cierto tiempo transcurrido desde el hecho de la muerte y de una inmovilidad absoluta puede darse, en el volcado o derrame a través de la herida, la presencia de sangre coagulada y de suero de manera separada.
Así que cuando el soldado romano clavó su lanza en el cuerpo del Crucificado y Juan vio brotar sangre y agua, Jesús ya había muerto, y el hecho de su muerte queda reafirmado y testificado en la Sábana Santa.
Con respecto al primer punto, su absoluta falta de coherencia en la interpretación de los datos conocidos.
Miguel Lorente asume y re-asume la validez de los trabajos de Frederick T.Zugibe y Gilbert R.Lavoie, así como los de la mayoría de los expertos que han estudiado la Sábana desde la perspectiva de la patología forense, demostrando experimentalmente que el hecho de ser humedificadas e hidratadas las heridas en la limpieza del cuerpo permitió su transferencia clara y objetiva a la Sábana, pero se OLVIDA de comentar que los referidos trabajos son sobre "muertos", con un corazón que ya no bombea la sangre y en los que no hay circulación activa y no se producen hemorragias, sino exudación pasiva y/o volcado de sangre retenida.
Un cuerpo vivo, con circulación activa y sin maniobras de contención o taponamiento de las hemorragias en las heridas grandes (clavos y lanzada) y humectación añadida por el lavado a esas y a las pequeñas ( las de la flagelación y corona de espinas) habrían empapado de sangre toda la Sábana en escasos minutos.
Un puro disparate.
* J Delfín Villalaín es catedrático de Medicina Legal ( medicina forense para mejor entendimiento). Gran estudioso de la Sábana Santa y el Sudario de Oviedo.
José de Palacios Carvajal es cirujano de prestigio internacional e impresionante "curriculum". Ajeno al estudio de la Sábana Santa de la que tan sólo conocía su existencia, se involucra en su estudio en el 2006 al ser invitado a dar una conferencia en Roma sobre los aspectos médicos de la misma, heridas, fisiopatología de la muerte en la crucifixión, etc dada su enorme experiencia. En 2007 ha publicado un interesante libro, "La Sábana Santa. Estudio de un cirujano".
**Sólo se precisan 8-10 centímetros de penetración para alcanzar y perforar la aurícula derecha del corazón, repleta de sangre tras la muerte. Si se tiene en cuenta el "efecto acordeón", las estructuras internas se aplastan y ceden por la presión del instrumento punzante penetrando con gran fuerza y sin que el cuerpo pueda retroceder por apoyarse en un plano duro ( el madero de la cruz en este caso), esa penetración de 8-10 centímetros en el cuerpo puede conseguirse incluso con "menos" de 8-10 centímetros de lanza.
Respecto a las pretensiones de "desmayo" de Miguel Lorente, aún sin alcanzar el corazón, la perforación de la pleura se seguiría al retirar la lanza de una entrada de aire que colapsaría el pulmón, neumotórax, impidiendo su función respiratoria y provocando la que se denomina "respiración paradójica" de consecuencias rápidamente letales en ausencia de un tratamiento inmediato.